Luis Aulestia: La hazaña del Illimani, un récord y cinco días de hambre en Bolivia

*El montañista venezolano relató en conferencia virtual una de sus aventuras más extremas, donde el éxito de la cumbre se mezcló con una dura prueba de supervivencia.
Gabriel Capriles (Especial)
En el marco de la segunda conferencia «Venezuela Aventura Experience», promovida por Luis Bernardo Vidal Noya, el experimentado montañista Luis Aulestia ofreció un relato tan jocoso como trepidante sobre los inicios de su carrera y una de sus expediciones más memorables: la ascensión al Illimani en Bolivia, una aventura que culminó con un récord no planificado y cinco días de lucha contra el hambre.
Aulestia, quien es un hombre de muchas historias que va rememorando y entrelazando a medida que avanza en su intervención, recuerda como inició su pasión escudriñando diversos sitios de la capital del país como El Ávila, La Piedra de La Cota Mil, Lagunazo, La Silla de Caracas, El Occidental, Naiguatá y La Guairita.
Recuerda que en los inicios de la década de los 80 cumplió su sueño de irse a vivir a Mérida, pero con un grupo de Excursionismo que fundó en la Universidad Simón Bolívar en el año 74 viajaba cada cierto tiempo a la Sierra Nevada.
«Antes de fundar este grupo, en el 72 más o menos, tuve mi primera incursión a la Sierra Nevada de Mérida, de la mano del padre Jesuíta Severiano Bidegaín, donde pelé más bola que ‘El Inmortal’ porque lo hicimos en invierno y ni saco de dormir llevaba”, bromeó.
Habiendo conocido y explorado los más altos picos de la Sierra Nevada como el  El Humboldt, Codazzi, La Garza y El Pico Bolívar entre otros, decidió en 1976 “subir la vara”. Junto a un equipo de la llamada Asociación Distrital de Andinismo, partió hacia los picos más altos de Ecuador, el Cotopaxi y el Chimborazo, y de Bolivia el Illimani.
El récord inesperado
«Lo primero que nos impactó es llegar a El Alto en La Paz, es como estar en el cielo y tuvimos que pasar varios días para adaptarnos. Íbamos Iván Rodríguez, Germán Courlender, Vinicio Rebelan y mi persona, dos de la UCV y dos de la Universidad Simón Bolívar en representación de una vaina que se llamaba Asociación Distrital de Andinismo».
Luego todo el tema del traslado a la pata del Illimani no fue fácil.
«Empezamos a subir hasta el campamento base y en el ascenso nos topamos con unos alemanes, quienes nos informaron que la ruta estaba clara y y trazada, pero no era así porque ellos nunca subieron a la cumbre sino a lo que se llamaba el campamento argentino».
«El primer día partimos del campamento a las 4 am, y en pleno ascenso German templó la cuerda para decirnos que no podía seguir, por lo que decidimos todos regresar».
«German nos hablo con el corazón en la mano y se abrió con nosotros, estaba mal porque estaba en pleno papeleo de divorcio, imagínate».
«Nosotros insistimos y al día siguiente Iván, Vinicio y yo partimos a la supuesta cumbre de los alemanes a las tres de la mañana, le dimos duro con nuestros equipos de ataque y llegamos a las 4 o 5 de la tarde a un punto conocido como campamento argentino, hasta donde habían llegado los alemanes, pero desde donde aún faltaban unos 400 metros para pisar verdaderamente la cumbre».
«Los tres decidimos echarle bolas, y en la noche de ese mismo día, en un solo viaje, pusimos  nuestra bandera en la cima e hicimos el registro gráfico, además de dejar algunos mensajes» expuso Aulestia.
«Después nos enteramos -prosigue Luis- que era record por haberse hecho en un solo viaje».
Pasando hambre pareja…
Continuando con su relato, señala Luís Aulestia que «esa misma noche descendimos hasta nuestras carpas, donde German nos esperaba con una sopita y una comidita sin saber que lo que venia después era el verdadero viacrucis».
«Recogimos nuestras cosas y bajamos hacia la carretera para esperar un camión que nunca llegó. Ni Alpacas, ni llamas, ni perros, ni nada, allí pasamos 2 o tres días esperando y nada que nos venían a buscar, hasta que decidimos caminar, caminar y caminar y así llegamos a una casita abandonada, siempre pendiente del camión para regresar definitivamente a La Paz».
«Allí encontramos un sobre de sopa, coño una sopita, y en medio de la hambruna y los nervios, se nos derramó la sopa en la mesa mientras escuchamos el sonido del camión.
Nos jodimos, exclamó Vinicio».
Tuvimos que seguir a pie nuestro regreso muertos de hambre, después de ese gran esfuerzo del Illimani.
«Posteriormente encontramos otra casa que si estaba habitada por un señor y que nos recibió muy bien, destacando el hecho que éramos venezolanos, y decidió hacernos una carnita».
«Nuestros ojos brillaban por tantos días sin comer y justamente cuando se estaba empezando a asar la carnita, venia el camión».
«Teníamos que decidir o el asado o el camión, y finalmente nos montamos por primera vez en el camión y tuvimos que dejar la comida. Fue increíble, solo vinimos a comer 6 o 7 horas después en una de las paradas de esta unidad que nos devolvió a la civilización», contó entre risas Aulestia para finalizar el cuento.
Con su característico humor, Luís cerró así una anécdota que encapsula la esencia de la aventura: la gloria de la cumbre y las adversidades imprevistas que forjan las mejores historias.