Venezuela en el “Cervino”… 35 años de histori
“Si se preguntara a cualquier alpinista cúal es, para él, la montaña por excelencia, seguramente responderá: el Cervino. “Cima ejemplar”, según una expresión de Gastón Rebufatt, no podría decirse mejor. El Cervino es ejemplar por su forma, ideal de sencillez y de armonía que lo convierte en el modelo y la más bella de todas las montañas. Y lo es también por la historia de su conquista que presenta el dramático desarrollo y la pureza de una tragedia”.
Georges Sounier
A raíz de un fortuito viaje a España, con el motivo de asistir a un curso realizado por la Federación Española de Montañismo (FEM), al cual asistía como invitado, comenzamos a especular sobre la posibilidad de escalar alguna montaña europea.
Al finalizar el “Curso de Capacitación para el Profesorado” de la FEM, me encontraría con un gran compañero de escalada venezolano… Raúl Castillejo. Efectivamente ambos habíamos decidido visitar el “Cervino” o “Matterhorn”, nombre propio que dan italianos y suizos a una de las más hermosas montañas del mundo que es confín de los dos países.
Habíamos seleccionado el Cervino, descartando a muchas otras montañas de los Alpes, por representar esta uno de los más significativos baluartes en el alpinismo mundial, ya que marcó el paso de transición entre el alpinismo clásico y el moderno. Otro de los motivos fundamentales que nos llevó a esta elección, fue el mundo mágico que se mueve alrededor de esta montaña, mundo de pasión e historia, en el cual grandes personajes debatieron su vida y muerte. Nombres como el de Whymper, Carrel, Croz, y muchos otros, suenan familiares en las mentes de los habitantes de “Chatillón”, “Valtournanche” y “Breuil”.
El 19 de julio, proveniente de Cuenca, llegó Raúl a Barcelona (España), para así iniciar nuestra salida hacia Italia. Afortunadamente Europa cuenta con la ventaja de una maravillosa red ferroviaria, lo que facilita enormemente la movilización entre sus fronteras. Aprovechando esta facilidad, partimos el día 20 en horas de la tarde hacia París, y después de un cómodo viaje de 11 horas 30 minutos (Un poco menos del tiempo que tarda un colectivo para llegar de Caracas a Mérida), llegamos a la gran capital francesa, lugar en el cual el arte, la historia y la cultura se mezclan para dar lugar a un mundo cosmopolita que podría bien llamarse… la capital del mundo.
Una vez en París, el día 21 nos dirigimos a una de las más grandes tiendas existentes en Fracia, en el ramo del montañismo… “Au Vieux Campeur”, 4 locales repletos de material de todo tipo: libros, carpas, morrales, botas y todo lo que un amante de estas lides pueda imaginar y… desear. En el momento que observábamos perplejos todo aquello, Raúl me preguntó: ¿Es que acaso nuestras montañas andinas no son tan importantes como los Alpes?
Efectivamente Raúl tenía razón, a pesar de que los Andes conforman una de las cadenas montañosas más hermosas del mundo, aún en Venezuela contamos con escasos lugares para equiparnos y mejorar nuestra seguridad y nivel dentro de esta apasionante actividad… el Montañismo.
Al atardecer, cuando ya miles de luces comenzaban a llenar la vida parisina, nos dirigimos hacia el terminal ferroviario, para tomar un tren que nos llevara a la ciudad fronteriza de Chamonix y finalmente movernos hacia Italia, hacia… El Cervino.
A las 7:47 de la mañana del día 22, quedamos perplejos al ver el paisaje que se levantaba ante nuestros ojos, el pueblo de Chamonix, capital mundial del deporte de montaña, ya que fue desde aquí desde donde partieron las primeras “cordadas” que conquistaron en el año de 1786 los 4.807 m. del “Mont Blanc”, dando así origen al “Alpinismo”. Esa mañana, todos aquellos nombres que tanto habíamos leído en revistas, libros y fotografías, desfilaban delante de nuestros ojos: La Mer de Glace, Las Aiguilles de Chamonix, Las Jorasses. Era algo extraordinario, estábamos viviendo momentos de historia y leyenda.
Nos ubicamos en un modesto hotel y después de tomar un suculento desayuno, nos dedicamos a la obligatoria y placentera tarea de conocer tan hermoso pueblo, en el que solo la industria turística desmedida, añade una nota discordante a las maravillas que nos rodean. Naturalmente, entre todas nuestras visitas no podían faltar las gratuitas al Club Alpino Francés y al Grupo de Alta Montaña.
A la mañana siguiente, después de que el sol nos saludara con su esplendor y las montañas francesas nos dieran un último adiós, partimos ansiosos hacia nuestro objetivo… El Cervino. Tomamos un bus, que atravesando el túnel del Mont Blanc, pasaría a Italia, desde donde, a partir del pueblo de “Chatillon”, comenzaríamos a palpar el terreno donde se gestó la conquista de esa noble montaña. A las 12:30 aproximadamente, llegamos al tranquilo pueblo de “Breuil” (Cervinia) y luego de ambientarnos un poco y conocer sus principales calles, nos dirigimos al “Club Amici del Cervino”, para informarnos de manera precisa una rápida y segura ruta hacia la cumbre de nuestro objetivo. Las personas encargadas de atendernos nos explicaron la ruta de una manera detallada, tanto así, que horas más tarde al comenzar a escalar íbamos encontrando, paso a paso, todos los detalles que nos mencionaran. La ruta que nos habían recomendado era la misma que en antaño habría de conducir las primeras tentativas de conquista hacia esta majestuosa montaña.
Después de haber obtenido toda la información necesaria nos apertrechamos con algunos alimentos y emprendimos nuestra marcha hacia el refugio “La Rionde”, en el cual habríamos de pasar la noche, para así, a primeras horas de la mañana siguiente, intentar el “asalto” a la cumbre. Grandes cascadas y cristalinos riachuelos eran la nota contrastante que junto al inmenso prado verde, que se extendía como alfombra, a los pies del Cervino, daban al paisaje un aspecto novelesco. Al llegar al refugio se nos ubicó en nuestra respectiva habitación, que con gusto aprovechamos para tomar un merecido descanso hasta las 3:30 del día 24, que emprenderíamos el intento por ascender a la cumbre del “Monte Cervino”.
Bajo el prodigio celeste de una hermosa luna llena, comenzamos a sentir la monotonía de nuestros pasos bajo la tenue luz de nuestras linternas. Ascendíamos por un sendero bien marcado por los casi infinitos pasos de montañistas con el mismo objetivo. Después de caminar aproximadamente 45 minutos, apareció en el haz luminoso de nuestras linternas, una cruz con un pequeño epitafio que decía: “A la memoria del gran Guía italiano Jean-Antoine Carrel, 25-08-1890”. Se trataba del lugar donde falleciera uno de los más grandes hombres en la historia del montañismo mundial, uno de los primeros conquistadores del Cervino, quien extenuado por una fuerte tormenta, cayera sin vida después de haber conducido a salvo a sus acompañantes de cordada. Esto sucedió en las mismas vísperas de nuestro ascenso… 90 años atrás.
Algo perplejos continuamos nuestro ascenso a través de fríos glaciares en los cuales las pendientes comenzaban, momento a momento, a forzar su inclinación. Con los primeros albores de la mañana, nos introdujimos en una canal “tubular” de hielo que nos condujo al “Col del Leon”, lugar este muy próximo al refugio “Colle Tournanche”. Llegamos al refugio a las 8:05am, confirmando así la exactitud de los datos obtenidos el día anterior por el “Club Amici del Cervino”. Después de comer algo de frutas secas y galletas, conversamos con unos versados montañistas italianos que habían fracasado el día anterior en su intento por llegar a la cumbre, debido a la lentitud de su cordada, recomendándonos así apresurarnos si queríamos llegar a la cima, y que en caso de lograr alcanzar la cima antes del mediodía, desistiéramos de nuestro intento.
Inmediatamente nuestro ascenso y comenzamos a adelantar, una a una, las cordadas que nos precedían. La escalada era muy técnica y “limpia”, los pasos más difíciles estaban montados con sendas “cuerdas fijas”, lo que nos hacía avanzar con mayor rapidez de la esperada. Continuamos la escalada que nos llevó finalmente al “Pico Tindall”. De vez en cuando, el gélido viento ascendente de la “Cara Norte”, nos golpeaba inclementemente el cuerpo. Ante nosotros se extendía la empinada pared terminal de la cumbre. Eran ya las 11:45 y calculábamos aún 1 hora de ascenso… decidimos continuar, las cordadas que bajaban nos animaban a finaliza el ascenso. Eran las 12:20 del mediodía y a nuestros pies se extendía un mundo gélido de grandes montañas blancas que nos mostraban el paisaje alpino a plenitud. Hacia el horizonte se podía divisar el maciso del “Mont Blanc”, al norte la legendaria ciudad de “Zermat” y al Sur “Breuil-Cervinia”, donde finalizaría nuestra gran aventura.
La cumbre era nuestra después de 9 horas de ascenso. Un sueño se había hecho realidad y la más noble y ejemplar montaña del mundo nos había permitido disfrutar el éxito de haber logrado su cumbre.
Apresuramos nuestro paso de bajada, tanto como nuestros cansados cuerpos y la prudencia nos lo permitieron. La ruta de descenso se hacía infinita. Nuevamente el “Pico Tindall”, el “Colle Tournanche”, el “Vivac Benedetti” y aún el refugio se veía en la lejanía. Horas más tarde, estábamos en el “Refugio Rionde”, donde nos apresuramos a pagar nuestras deudas y emprender así apresuradamente la marcha hacia el pueblo de “Breuil”, donde acampamos. No era la noche que hubiéramos deseado tener después de un exitoso ascenso a esta hermosa montaña. El frío intenso de la noche, no nos permitía conciliar un sueño reparador, sin embargo, así como llegó la noche, el sol hiso su rápida aparición y con el apetito típico de una jornada agotadora, nos aprestamos a desayunar con un buen pan integral, queso, yogurth y frutas. Antes de emprender nuestro regreso, pasamos a saludar a nuestros amigos del “Club Amici del Cervino”, quienes nos felicitaron por nuestro ascenso, que habían seguido el día anterior por noticias que los Guías de Breuil les habían hecho llegar y, nos otorgaron un “botón” de reconocimiento que dejó así para siempre grabado en nuestros corazones.
- Relato publicado en la revista “MN” Año 6-No.68-Octubre 1980; pag. 18 y 19
Alfredo Autiero
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